miércoles, 21 de noviembre de 2007

El lugar del desaparecido en el arte

tomas ruiz rivas y el desaparecido en españa y la argentina

Coordinador del encuentro Homo sacer. El lugar de los desaparecidos en el arte, el artista madrileño acaba de realizar un homenaje a las víctimas de la dictadura franquista. Un tópico que, según detalla, al día de hoy está lejos de resolverse en el seno de la sociedad española.


La figura del Homo sacer, rescatada por el filósofo italiano Giorgio Agamben para explicar el estatuto del prisionero del campo de concentración nazi, es quizás hoy por hoy la noción clave para avanzar en una comprensión profunda del terrorismo de Estado. En esta avanzada artístico-política se encuentra Tomás Ruiz Rivas, artista visual, curador independiente, director y creador del Ojo Atómico (antimuseo de arte contemporáneo) y coordinador del encuentro Homo sacer. El lugar de los desaparecidos en el arte, organizado por el Centro Cultural de España (Cceba). El artista madrileño –conocido por sus trabajos sobre la identidad española y la memoria histórica bajo el heterónimo Tom Lavin– plantea que no es casual que sea un argentino, el filósofo Ricardo Forster, quien haya establecido la relación entre el Homo sacer de Agamben y el desaparecido. “El hallazgo de Agamben –escribe Forster– es notable ya que a través de esta oscura figura del derecho romano arcaico logra hacer pensable el mecanismo que constituye la figura del poder soberano como fuente de exterminio, sin contradecir, y éste es el escándalo que subyace a la política de Occidente, al propio derecho. Agamben ha captado ese momento obturado por el logos en el que el humano es despojado de su humanidad, nulificada su existencia y, por tanto, utilizable y eliminable según las necesidades políticas del soberano”.

Las sociedades argentina y española comparten la experiencia traumática de las desapariciones. Las cifras de desaparecidos son similares: unas 30.000 personas, “aunque por la misma naturaleza de esta forma de terrorismo de Estado es casi imposible fijar un número exacto –aclara Ruiz Rivas–. Más en España, donde la mayoría de las desapariciones tuvieron lugar entre 1936 y 1948, y ya han muerto muchos de los testigos que podrían habernos dicho quién, cuándo y cómo faltó de su casa”. Por paradójico que resulte, la desaparición ha llegado a tener estatuto de ley: un decreto conocido como Noche y Niebla, firmado por Wilhelm Keitel en 1941, y cuyo nombre completo era: “Directivas para la persecución de las infracciones cometidas contra el Reich o las fuerzas de ocupación en los territorios ocupados”.

Como Tom Lavin, este creador español realizó la videoinstalación Fosa común, un modo de rendir homenaje a las víctimas de la dictadura franquista. En Madrid, Toledo y México dibujó un mapa en el suelo y desplegó más de 150 kilos de tierra de una fosa común de la provincia de Burgos, donde se hizo una exhumación en el 2000, cuando Emilio Silva, fundador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), decidió buscar los restos de su abuelo. “El tema de los desaparecidos recién se está empezando a hacer público en España –dice Ruiz Rivas en la entrevista con Página/12–. No sabía cómo abordarlo como artista, pero cuando vi el documental Santa Cruz por ejemplo..., del austríaco Günter Schwaiger, se me ocurrió hacer un gran mapa de España con tierra de fosas comunes. Las reacciones fueron muy variadas, pero hubo mucha gente que se negó a pisar esa tierra. Es una aprensión chocante porque llevamos pisando setenta años esa tierra sin saberlo, o sabiéndolo pero sin querer saberlo.”

–¿Por qué tuvieron que pasar 70 años para que la sociedad española se animara a hablar de las desapariciones durante el franquismo?

–La derecha española construyó su discurso para justificar el golpe de Estado y la Guerra Civil, colocándose en el lugar de las víctimas; apeló a la construcción simbólica de los mártires del catolicismo, que le permitió justificar la necesidad de una acción violenta porque estaban siendo martirizados. Durante cuarenta años se ha borrado literalmente de la historia y de la enseñanza la existencia de la represión franquista. He hablado con personas mayores de derechas que aún dicen que no ha habido tal represión, y hay escritores que han escrito, con una desfachatez absoluta, que la represión fue mínima. De forma sistemática, durante cuarenta años, se consiguió que la represión franquista desapareciera de la memoria colectiva. En los años ’70, poco después de la muerte de Franco, se dio un movimiento civil fuerte de recuperación de restos humanos. En algunas zonas de España se hicieron exhumaciones, con la participación de antropólogos y médicos forenses, y se identificaron huesos. Pero el golpe de Estado de Tejero, en 1981, paralizó todo este impulso de la sociedad de buscar la verdad, de reclamar justicia. La reaparición del fantasma del terrorismo de Estado fue suficiente para que no se volviera a hacer una exhumación en 20 años, hasta el 2000.

–¿Hay una cifra estimada de la cantidad de desaparecidos durante el franquismo?

–No, porque las desapariciones, por su propia naturaleza, no están documentadas, incluso muchos de los archivos de los juicios sumarios, el trámite por el que se condena a muerte a una persona, se han destruido, los cuerpos fueron a fosas comunes, que también han sido levantadas de los cementerios. Las investigaciones para llegar al número de víctimas son complejísimas. La junta de Andalucía está haciendo un mapa en donde llevan localizadas unas 460 fosas comunes y tienen una lista que supera los 35.000 nombres, solamente en Andalucía. La forma de llegar a esta cifra es lateral, porque no hay expedientes policiales o militares que digan: “hemos matado a Federico García Lorca”.

–¿Cómo hace el artista para abordar estos temas tan traumáticos?

–No sabría sentar cátedra sobre la forma de hacerlo, pero parto de un interés personal que no se debe a un trauma directo; en mi familia hay un exiliado, pero no hubo muertos por la represión. Hubo un momento en que me di cuenta de que algo en mi vida estaba mal y que tenía unas raíces más amplias que mi propia biografía. Eso me llevó a intentar entender qué tipos de fracturas había en la sociedad española, lo que me condujo a investigar sobre el franquismo y la represión. Una de las pautas de mi trabajo como artista es colaborar con las organizaciones civiles. No me interesa la distancia del artista que trabaja en su estudio, sino que busco el diálogo con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y con los familiares de las personas enterradas en esas fosas. Lo importante es que la obra de arte exceda las fronteras del sistema artístico, que conecte con otras esferas públicas o campos de conocimiento que le den una capacidad de actuación política, que puede ser reducida, pero que es real. Voy introduciendo mi obra en circuitos que no son artísticos, y para mí es importante porque por lo general el arte contemporáneo es un sistema cerrado en donde este tipo de contenidos tienden a convertirse en una mercancía para un mercado suntuario y pierden cualquier efectividad simbólica.

–Al mismo tiempo que se da esta tendencia de un mercado suntuario, ¿habría una recuperación del arte político en los últimos años?

–Sí, el 11 de septiembre, la guerra de Irak y la catástrofe en la que ha sumergido Bush a toda la humanidad fueron detonantes de la reaparición del arte político. Tenemos problemas acuciantes y el arte no puede estar dedicado a producir objetos costosos dentro de un circuito cerrado. Hay artistas que, así como hacen arte, diseñan moda o hacen joyas y están regresando a una forma de arte que corresponde más al siglo XVIII que a nuestra época. Pero por otro lado, hay gente que entiende que el arte es una actividad política. Los españoles todavía tenemos muchos tabúes y barreras mentales a la hora de acercarnos a este tipo de experiencias políticas como la recuperación de la memoria histórica; no sabemos cómo afrontarlas ni cómo llevarlas al terreno del arte, y el contexto institucional, en general, no facilita mucho las cosas.


LAS LISTAS DE "ROJOS"

Tomás Ruiz Rivas confesó que no tomó conciencia de lo que había bajo sus pies hasta que leyó, en el verano de 2000, la noticia de la primera exhumación realizada por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) en una fosa con trece cuerpos, en Priaranza del Bierzo, un pueblo de León. “Desde entonces han desenterrado más de un millar de cuerpos de unas 200 fosas –aclara–. Se trata, en todos los casos, de víctimas de ejecuciones extrajudiciales, de desaparecidos. La cifra es terrible, pero no es más que un botón de muestra.” La ARMH presentó ante el juez Baltasar Garzón, en diciembre de 2006, una demanda contra el Estado español, reclamando que dé cuenta del paradero de 30.000 españoles desaparecidos bajo el franquismo. Un aspecto particularmente tenebroso de las desapariciones zes la participación de la sociedad civil en los crímenes. “Según ha podido averiguar la ARMH, por testimonios de familiares de las víctimas, en los pueblos los elementos afines a la sublevación militar elaboraban listas de ‘rojos’, que se intercambiaban con los fascistas de los pueblos vecinos, de modo que cada grupo se ocupaba de hacer desaparecer a los ‘rojos’ del vecino –precisa Ruiz Rivas–. Falangistas, guardias civiles, particulares y miembros del clero ejecutaron materialmente el plan de exterminio de los posibles opositores a partir septiembre de 1936, y en especial en las provincias que se unieron desde el principio al golpe de Estado, y donde no hubo frente de guerra. La fecha es relevante, porque las desapariciones, al menos en Castilla y León, empiezan dos meses después del alzamiento en Melilla, cuando se está formando una resistencia popular que contendrá el avance de las tropas de Franco en Madrid, otros dos meses después, en noviembre de 1936. Esto, y el sistema de listas cruzadas, es lo que nos permite pensar que las desapariciones no fueron fruto de una explosión espontánea de ira, como se ha dicho tradicionalmente, sino de un plan perfectamente articulado.”

jueves, 8 de noviembre de 2007

Memorial a las víctimas del Terrorismo de Estado en la Argentina



FLORES

Muchas personas estaban esperando con ansiedad para pasar las vallas que los separaban de los muros de granito con las listas de los desaparecidos. Apenas terminó de hablar Néstor Kirchner rebasaron la seguridad y se pusieron a buscar los nombres de sus familiares o seres queridos, desaparecidos hace treinta años. Algunos llevaban flores. Una de las primeras fue una mujer canosa que lloró más de una hora frente a uno de los muros. Había puesto una flor en los intersticios. “Es mi hermana –explicó en tiempo presente–, y por primera vez tengo un lugar para venir a recordarla.”


LA VISITA DE SARAMAGO

Pocos minutos antes de que comenzara el acto oficial de inauguración del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, recibió la visita del Premio Nobel de Literatura José Saramago. El escritor se acercó a conocer el Parque de la Memoria, acompañado por su esposa, Pilar del Río, y por el ministro de Educación, Daniel Filmus. Saramago recorrió en silla de ruedas el parque y se detuvo ante el imponente muro de nombres. Sus ojos se posaron especialmente en el nombre de Marcelo Ariel Gelman, hijo del poeta Juan Gelman. “La humanidad no puede olvidar estos crímenes”, le dijo Saramago a Filmus, con quien conversaron durante su breve visita sobre la necesidad de que exista justicia para los crímenes de lesa humanidad. Filmus acompañó al escritor hasta el auto que lo aguardó en el acceso al Parque y antes de la despedida, la esposa del escritor comentó, a modo de conclusión de la visita: “El monumento es maravilloso, era la catarsis que necesitaban”.

Memoria, Verdad y Justicia

Por Marcelo Brodsky *

Hace diez años, el 10 de diciembre de 1997, en un momento en que la memoria no estaba en la agenda del Estado y en que aún regían las leyes de impunidad, tras la aprobación de la Constitución que dio a los porteños una institucionalidad propia e independiente, los organismos de derechos humanos iniciamos el proceso para que esta Ciudad Autónoma asumiera una política pública de memoria que reconociera a las víctimas del terrorismo de Estado. Nos dirigimos a los legisladores electos por primera vez en el marco de esta Constitución, para presentarles una iniciativa destinada a construir en las márgenes del Río de la Plata un Monumento y un Parque de Esculturas para recordar y reivindicar a las víctimas del terrorismo de Estado.

Pocos meses después, la primera Legislatura elegida en la ciudad de Buenos Aires aprobaba la ley que determina la creación del Parque de la Memoria y del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado. La ley creó también nuestra Comisión Pro Monumento, una entidad de nuevo tipo, con participación de los poderes Ejecutivo y Legislativo de la ciudad, de la Universidad de Buenos Aires y de organismos de derechos humanos, pionera en el país como modelo de gestión participativa.

La Comisión convocó a un concurso internacional de obras de arte en el que se presentaron 665 proyectos. Fueron elegidos doce, más otras seis obras de artistas reconocidos por su compromiso en la lucha por los derechos humanos invitados por la Comisión. El arte contemporáneo está presente porque apela al mismo tiempo a la sensibilidad y a la razón.

Se armó un equipo que trabajó durante seis años en la confección de la lista de nombres para incluir en el Monumento siguiendo un procedimiento estricto de verificación. Son los nombres de las víctimas del terrorismo de Estado, de los detenidos-desaparecidos, de los asesinados y de los caídos en combate. El Monumento incluye los nombres de los desaparecidos y asesinados en Argentina de cualquier nacionalidad, y los de los argentinos secuestrados y asesinados en el extranjero por las fuerzas represivas de la dictadura, en el marco del Plan Cóndor.

La arquitectura del Monumento traza una marca sobre el territorio de nuestra pampa en su confluencia con el río. La obra modifica el terreno y recupera la barranca ribereña, horadándola con la traza del Monumento. Una herida que no cierra avanza sobre la colina y se abre sobre el río, el mismo al que arrojaron a miles de personas. El Río de la Plata nos da el nombre de rioplatenses, define nuestra identidad, una identidad cargada de dolor que este parque contribuirá a transformar ayudándonos a comprender nuestra historia para transmitirla a nuestros hijos. Para que las nuevas generaciones de argentinos puedan aprender de nuestra experiencia y entender desde las entrañas la magnitud del terrorismo de Estado.

Memoria, Verdad y Justicia han sido los ejes centrales de construcción política de las organizaciones de derechos humanos de nuestro país en sus largos años de lucha. La forma que adquiere en este caso la Memoria es la de un Monumento a las víctimas. Esta obra deja claro, piedra sobre piedra que no los olvidamos y que reivindicamos su lucha y su compromiso de pelear por una Argentina justa y solidaria. Con alegría inauguramos este Monumento, porque los nombres que lo forman están presentes, están entre nosotros, no han sido olvidados. Están en cada nieto recuperado, en cada ronda de los jueves en la Plaza, en cada joven que se compromete activamente con una militancia social, estudiantil, política o cultural, en cada persona que trabaja para lograr que los ideales de justicia, igualdad y solidaridad por los que vivieron y lucharon sean una realidad.

Memoria, en la que este Monumento da un paso fundamental, al identificar en cada nombre a un caso único, una vida, una familia, un proyecto truncado. Cada nombre está escrito en un ladrillo único de piedra de pórfido de la Patagonia. Las piedras se pueden tocar y se dispuso que estén a la altura a la que puede llegar el brazo extendido de una persona de mediana estatura. Cada nombre se integra en un conjunto, en una generación, en miles de personas reales que vivieron y que encuentran en el Monumento una unidad y un reconocimiento, un único nombre común, y la posibilidad de narrar desde su silencio la historia de todos.

Verdad, en la que se ha venido trabajando año tras años, en los testimonios, en los Juicios de la Verdad, en la persistencia de los testigos, en el relato de los sobrevivientes. Verdad que siempre hemos reclamado y seguimos reclamando. ¿Qué pasó con cada uno? ¿Dónde están sus restos? ¿A quién le entregaron a los niños? ¿Cómo los llaman ahora? ¿Quién fue el responsable en cada caso? ¿Quién dio la orden? ¿Quién la ejecutó?

Y Justicia. Una Justicia que ha sido lenta, y que avanza tras la anulación y declaración de inconstitucionalidad de las leyes de impunidad. Queremos más justicia, más celeridad en su trabajo, más juicios, más testimonios, más condenas. Queremos justicia en todas las causas, con todos los recursos del Estado aplicados a acelerar los procesos. Queremos que el Nunca Más no sea una expresión de deseos, sino un logro concreto, material, tangible, un logro real de nuestro pueblo, un aprendizaje y un ejemplo.

Este parque envía un mensaje a América latina y al mundo. Hemos avanzado. Nuestra larga lucha por Memoria, Verdad y Justicia ha sido capaz de encontrar nuevas formas. Desde los escraches de HIJOS hasta el Teatro por la Identidad, desde las rondas de las Madres al debate por la transformación del espacio del terror de la ESMA y la construcción del Museo de la Memoria, nuestra sociedad ha sido capaz de reinventar sus métodos de lucha y hoy puede mostrar al mundo con orgullo que estamos trabajando por la memoria, que estamos avanzando en la aplicación de la justicia, que no olvidamos a los que cayeron luchando por un mundo justo frente a un Estado que se convirtió en terrorista y reprimió al movimiento popular para imponer su proyecto neoliberal. Los nombres permanecerán en la piedra de este Monumento cuando ninguno de nosotros sea recordado, están en la memoria colectiva y ya no saldrán de ese lugar. Esta política de Estado trasciende a la ciudad de Buenos Aires en la medida en que recuerda a los detenidos-desaparecidos de todo el país. Sus dimensiones y su valor simbólico son tan grandes, tan universales, tan contundentes que se extienden más allá de las fronteras argentinas. Es deber del Estado nacional realizar las investigaciones necesarias para identificar a los que todavía no están, así podremos seguir agregando en los ladrillos de pórfido aún en blanco los nombres que resulten de esa investigación.

Cada familia que tenga un desaparecido tendrá en el Parque de la Memoria un lugar donde recordar su nombre.

A los argentinos que dejaron el país, a los exiliados por razones políticas que se quedaron en otros países del mundo que les dieron acogida, les decimos que ahora tienen una nueva razón para venir. Los invitamos a visitar este Monumento, a reconocer a sus amigos, y a contarles a sus hijos por qué se fueron. Vengan, recorran las estelas, recuerden a los que están allí, cuenten cómo eran. Lo mismo decimos a los ex presos políticos de la dictadura. Seguramente muchos de sus amigos y compañeros están incluidos en el Monumento. Vengan a recordarlos. Cuenten cómo eran. Sigan haciendo libros, testimonios, películas, presentaciones, jornadas, recuperen las fotos, las historias, las anécdotas. Ayúdennos a no olvidar. A los nietos recuperados les decimos que aquí tienen un lugar para reconocer el nombre de sus padres verdaderos, para encontrar el nombre y el apellido recuperados en un lugar en el que estarán acompañados por miles de sus compañeros. Que a los 88 nietos recuperados se sumen muchos más que puedan tocar el nombre aún desconocido de sus padres es el deseo y el compromiso de nuestra Comisión.

De ahora en más, tanto para completar la obra como para que este parque pueda ejercer plenamente su función, necesitaremos el compromiso activo del Gobierno de la Ciudad y del Estado nacional.

El parque recibirá muchas visitas. Nuestra propuesta para las visitas protocolares es que las flores que se traigan en homenaje a los desaparecidos sean arrojadas al Río de la Plata. El río recibirá las flores como un recuerdo para todos. El Monumento no tiene cuerpos, sino nombres de compañeros. Los desaparecidos siguen desaparecidos pese a estar inscriptos en el Monumento y en nuestra memoria.

Las políticas de Estado y la acción de las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos han confluido para la construcción del Parque de la Memoria y del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado que hoy estamos inaugurando. Sin embargo, la presencia fundamental que nos anima es la de los miles de argentinos cuyos nombres están inscriptos en estos muros y la lucha a la que dedicaron su vida.

¡30.000 detenidos desaparecidos! ¡Presentes! ¡Ahora y siempre!


* Extracto del discurso leído ayer en nombre de los organismos de derechos humanos que integran la Comisión pro Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado.


Los 30.000 ladrillos de la memoria

En el Parque de la Memoria, junto al Río de la Plata, se inauguró el monumento que forman cinco estelas de piedra que, vistas desde el cielo, tienen la forma de una herida y donde figuran los nombres de los desaparecidos. “Que los jueces dejen de ir y venir”, dijo el Presidente, que participó del acto.


Por Werner Pertot

Gelman, Conti, Oesterheld, Donda. Una a una, el presidente Néstor Kirchner se detuvo frente a las placas con los nombres de los desaparecidos que se extendían sobre el muro gris. Antes de llegar al río, encontró la que estaba buscando: la de su amigo Carlos Labolita. “23 años”, decía. La presidenta electa Cristina Fernández de Kirchner la había visto antes, y no había podido resistirse a tocarla. Ambos presidieron la inauguración del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, en el Parque de la Memoria. Los dos coincidieron en volver a criticar la lentitud de la Justicia, a la que la senadora consideró “agraviante para las víctimas y para la sociedad”. “Han pasado ese lamentable sacerdote y ese policía, ¿cuándo van a juzgar a los jefes?”, preguntó Kirchner, quien le pidió a los jueces “que dejen de ir y venir”.

Las cinco paredes con treinta mil placas –de las que 8718 ya llevan nombres– conforman el primer monumento a las víctimas del terrorismo de Estado. El proyecto se gestó en los noventa, mientras el gobierno de Carlos Menem trababa la posibilidad de un museo de la memoria en la ESMA. El parque, de 14 hectáreas, se comenzó a construir hace diez años con tierras ganadas al río en la costanera norte, cerca de Ciudad Universitaria.

Hoy tiene una entrada con las primeras esculturas y un centro de interpretación, donde se prevé que habrá una biblioteca, una medioteca y un lugar para conferencias. Erigidas frente al río, se destacan las cinco estelas grises que llevan los nombres de los desaparecidos y que, vistas desde el cielo, muestran la forma de una herida.

Una cascada bañaba uno de los muros de piedra, que contrasta con el verde del pasto, sobre el que se concentraron integrantes de los organismos de derechos humanos de distintas partes del país (había, incluso, un grupo de Jujuy). Los pañuelos blancos ocupaban toda la primera fila. Algunas de las madres usaba los paraguas para protegerse del sol; la mayoría traía flores para dejar en el monumento o para arrojar al río. Al final del acto, muchos fueron a buscar el nombre de su padre, hermano o amigo. Y a tocarlo.

Acompañados por el jefe de Gobierno, Jorge Telerman, y buena parte del gabinete nacional, los Kirchner recorrieron el monumento junto a las Madres y Abuelas. Los seguía también el ex jefe de Gobierno Aníbal Ibarra, quien recibió un cerrado aplauso por su impulso para que se concretase el Parque de la Memoria. Aunque llegó tarde, también estuvo presente la vicejefa electa Gabriela Michetti (ver pág. 4). Todos ocuparon sus lugares y Cristina sacó un abanico de colores, que no dejó de usar durante el acto. En contraste, vestía de un discreto blanco y negro.

“Tenemos un lugar para recordar a los desaparecidos, asesinados y caídos en combate en este país”, comenzó el fotógrafo Marcelo Brodsky, quien leyó un discurso consensuado por la Comisión pro Monumento, que integran Abuelas de Plaza de Mayo, Madres Línea Fundadora, APDH, Buena Memoria, CELS, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, Fundación Memoria Histórica y Social Argentina, LADH, MEDH y Serpaj.

“Queremos más justicia, más celeridad en su trabajo, más juicios, más testimonios, más condenas”, destacó Brodsky. “Es deber del Estado realizar las investigaciones necesarias para identificar a los que todavía no están, así podremos seguir agregando los ladrillos aún en blanco”, reclamó. Se dirigió a los exiliados, a los nietos recuperados, a los ex presos políticos de la dictadura, y a quienes puedan aportar nombres que se agreguen al monumento. Taty Almeida, de Madres, subió al final del discurso para gritar “presente” por los desaparecidos.

“En la recorrida comentábamos que hoy era un día feliz. Todos vamos a tener un lugar para recordar. Vi al Presidente acariciar la placa de su amigo Labolita. Me vi a mí acariciando la de Dagmar Hagelin, mi amiga”, contó Telerman, con su estilo. “Cuando veníamos para acá, la presidenta electa me comentaba del Museo de Praga y de otros genocidios. Estos monumentos son para contestarle a los negacionistas”, interpretó.

Falta López

–¡¡Aparición de Julio López!! –comenzaron a gritar entre el público.

“Recién escuchaba un sentimiento que comparto: que aparezca Julio López”, empezó Kirchner, rápido de reflejos. “Es la llama viva de que la impunidad sigue vigente entre nosotros”, planteó. “Les puedo asegurar que hicimos todo lo que pudimos, pero... ¡cuántas trabas!”, advirtió el Presidente, sin dar mayores precisiones. “Seguro que los monstruos de ayer seguirán amenazando”, insistió.

“Me abrazo a todos los ladrillos”, dijo Kirchner, en referencia a las placas. “Aquí vi los miles de nombres de los desaparecidos, y les quisiera explicar lo que nos cuesta que la justicia despierte. ¡Que los jueces dejen de ir y venir!”, pidió el Presidente. “Yo veo que los más jerarcas no han pasado, o muy poquito”, remarcó Kirchner, quien intentó adelantarse a las críticas por inmiscuirse con la división de poderes. “No es mi intención entrometerme... Pero tampoco vi a los responsables civiles”, dijo, en probable referencia al ex ministro de Economía de la dictadura José Alfredo Martínez de Hoz. También se refirió sin nombrarlos al sacerdote Christian Von Wernich y al represor Miguel Etchecolatz.

“Tenemos una Corte independiente. Sería importante que toda la estructura judicial se movilice”, planteó Kirchner, quien retomó una de sus frases preferidas de la campaña (“yo sé que Cristina va a profundizar. Ella es más detallista en los temas jurídicos... Bah, en todo”). “Esto no divide a los argentinos. Al contrario, la justicia y la memoria unen. Que no haya delincuentes sueltos, une”, reafirmó.

Lo interrumpió un avión que despegaba de aeroparque. “El ruido de los aviones acompaña el sentido del recuerdo”, sostuvo, y mencionó los vuelos de la muerte. Por último, le prometió a las Madres que iba “a seguir trabajando” cuando deje la presidencia.

–¡Queeee hableeee! ¡Queeee hableeee! –le cantaron desde la tribuna a la presidenta.

“Muchas gracias”, se limitó a responder ella. Unos segundos después, enfrentó los micrófonos, mientras se retiraba. “Hay una necesidad de justicia, que las causas puedan desarrollarse no con esta lentitud, que es agraviante no sólo para las víctimas y los sobrevivientes, que tienen que relatar una, dos, tres, cuatro veces, casi como un nuevo martirio, sino para la sociedad”, sostuvo la senadora. Sobre el fondo del río, mientras comenzaba a llover, sólo quedaron las flores, que nunca alcanzan.